Después de comprobar el embarazo a través del examen de sangre o beta HCG como es indicado por el médico, el obstetra solicitará los primeros exámenes del prenatal, entre ellos para verificar posible el VIH en la gestación. Todos estos exámenes son de extrema importancia para evaluar las condiciones de la salud de la madre y así dar un soporte y seguimiento para un desarrollo fetal saludable.

Si se descubre al principio el VIH en la gestación, se hará un tratamiento específico y las posibilidades del bebé de nacer portador del virus caer drásticamente. Durante el embarazo la enfermedad tiene su evolución acelerada y si el medicamento no se inicia, existe un 20% de probabilidad de que el bebé adquiere el virus a través del embarazo, del parto o incluso en la lactancia. Durante el embarazo, el virus puede ser transmitido a través de la placenta, durante el parto en el contacto con la sangre y los fluidos contaminados y en la lactancia por la leche producida también portadora del virus ya que producida por un cuerpo infectado.

Otro punto muy importante para que se requiera un seguimiento más riguroso en el caso del VIH en la gestación, es el hecho de que las mujeres VIH-positivas tienen mayores posibilidades de presentar complicaciones a lo largo del embarazo debido a su sistema inmunológico estar sacudido. Parto prematuro, aborto espontáneo y el compromiso en el crecimiento del feto son riesgos presentados para este tipo de gestación.

Cómo es el tratamiento para la gestante con el VIH?

En cuanto descubierto el VIH en la gestación, el obstetra encaminará hacia una consulta con un contagioso que deberá acompañar la gestación en asociación. Los exámenes complementarios serán solicitados para comprobar la existencia del virus y verificar la carga viral y recuento de células CD4 en la sangre, células que son responsables de la defensa del cuerpo. A través de estos exámenes el tratamiento será indicado, normalmente tratándose con el medicamento AZT que harán disminuir las posibilidades de transmisión del VIH al feto. En el caso de las mujeres que ya tienen ciencia de la enfermedad y se quedan embarazadas, no deben pausar el uso de medicamentos, pues sin la medicación el virus será aún más resistente, por lo que el médico infectante debe ser informado inmediatamente para mayores orientaciones.

En algunos casos, el contagioso puede indicar el tratamiento sólo en el segundo trimestre del embarazo, dependerá de la salud de la madre y de su inmunidad. En el segundo trimestre los principales órganos del feto ya fueron formados y no recibirán la medicación. En el momento del parto, la medicación debe ser administrada por vía venosa alrededor de 3 a 4 horas antes del parto. Normalmente en el caso del VIH en la gestación, se indica el parto cesáreo para que se reduzcan los riesgos de contaminación del bebé. Ya que durante el parto normal, en el rompimiento de la bolsa el intercambio de fluidos entre madre e hijo es inevitable. Otros cuidados como no hacer toques vaginales, episiotomía y ni inducir el parto así como utilizar del fórceps en ese caso, no se indican.

La medicación AZT se administra en el bebé inmediatamente después del nacimiento y debe mantenerse por seis semanas, donde se realizará el examen descartando o no la transmisión del virus. Después de dos semanas ya es confiable hacer una prueba para verificar si el virus está activo, pero sólo será 100% garantizado el resultado después de algunos meses donde los anticuerpos transmitidos por la madre ya habrán salido del organismo del niño. En relación a la lactancia, el obstetra y el infectólogo responsable del seguimiento del prenatal deben instruir a la madre a no amamantar a tu bebé. Esto por recomendación propia del Ministerio Público de salud, siendo indicada el cambio por leche artificial. En la maternidad se aconseja la utilización de un medicamento para inhibir la producción de leche materna.

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Foto: Trygve Utstumo, Thirteen Of Clubs