El hierro tiene cosas que enseñar. Cosas dolorosas, pero esenciales.

Jugar al fútbol era más difícil que Joãozinho se imaginaba. Él no era tan bueno en el fútbol real como era en el Play Station 3. Mucho trabajo. Muy sudor.

Entonces Juanito se queja y llora cada vez que tiene que ir al entrenamiento. Durante los partidos siempre elige el camino que requiere menos esfuerzo. Cuando el equipo pierde, los padres de Juanito lo consuelan y culpan a los árbitros. Compran helado después de todo juego perdido y muestran con orgullo todos los trofeos que Joãozinho ganó por participación.

Juanito es sólo un niño. Pero él también es un niño que tal vez nunca aprenda a ser un hombre. A menos que algo cambie, NUNCA será un líder, un innovador o una persona que tenga destaque en cualquier área que exista. Él fue creado en una sociedad pacifista para ser un llorón y un "ponedor de culpas" profesional. Él va a crecer pensando que es de alguna manera especial sólo porque intentó hacer algo. Él pensará que el resto del mundo siempre debe algo a él. Y cuando él no lo logra, él se queja, poner la culpa en los demás y llorar sobre cómo el mundo es injusto.

O tal vez no.

Tal vez un día, el bundón de Joãozinho entrará en un gimnasio y comenzará a entrenarse con pesas. Él va a descubrir, para su mala suerte, que cuanto menos esfuerzo él aplique en el entrenamiento, menos resultados tendrá. Él se sorprender al darse cuenta de que su brillante capacidad de crear excusas no se convierte en más peso en la barra. Se sorprenderá al descubrir la relación simbiótica entre sudor y éxito. El hierro enseñará cosas a él, y él odiará el hierro por forzarlo a dejar atrás sus costumbres afines.

Tal vez él aprenda que sus acciones -o la falta de ellas- van a influir directamente en sus resultados. Él aprenderá que nadie puede levantar el peso por él. Que no hay tiempo para poner la culpa. Nadie va a meter los alimentos correctos en su boca. Se le obligará a tomar decisiones, y su éxito en la academia dependerá de la inteligencia de sus elecciones.

Una lámpara puede encenderse en su cerebro y él comenzará a entender que cuando las cosas van mal la culpa es todo de él. Él descubrirá la relación inversa entre excusas y progreso, y esto será doloroso como un golpe en la cara, de aquellos que hieren el orgullo. Pero esto puede hacer que él descubra que es necesario crear bolas. Y ahora que él percibió que las suyas cayeron, él comenzará a pensar cómo él vivió sin ellas por tanto tiempo.

Pero ahora, con su cuerpo cambiando, se sentirá recompensado. Él entenderá qué disciplina y autocontrol eventualmente traerá las cosas que él quiere. Y él pensará "Si consigo el cuerpo que quiero, ¿qué más puedo conseguir?"

Y finalmente él comenzará a entender qué lucha y sufrimiento tienen sus debidas recompensas. Y él se sentirá bien, muy bien, al saber lo que él se hizo a sí mismo, que fue difícil para el casco llegar allí, y que la dificultad fue lo que dejó la victoria tan dulce. Él va a quedar viciado en este sentimiento de conquista y autosuficiencia.

Juanito, ahora un hombre, va a aplicar estas lecciones en todas las otras áreas de la vida: en la universidad, en la carrera, en sus relaciones. Él verá obstáculos como oportunidades. Él será cada vez más codicioso por el sentimiento de éxito. Y entonces con el tiempo él comenzará a esparcir lo que aprendió y se convertirá en un modelo de éxito, un mentor.

O tal vez crecerá sólo siendo el Jozón bundón que prefiere ser una víctima que pone la culpa en todo y todos. Vamos a esperar que no.

Una cosa es verdad: el hierro tiene cosas que enseñar a todos. Todo lo que tienes que hacer es usarlo, literalmente.

Texto por Chris Shugart