Creo que desde el día que nacemos ya estamos siendo preparados para ser padres. La vida es un curso intensivo de cómo ser un buen padre y madre y aun con tantos años en esa facultad siempre tenemos mucho que aprender.

Tener un hijo es tener un pedazo de sí, caminando con sus propios pies, tomando sus propias decisiones, cometiendo sus propios errores. Tener un hijo es querer apartar de ellos toda maldad del mundo, todos los peligros, pero al mismo tiempo tener que dejarlos hacer frente esos monstruos para quedar fuertes. Desde el día del nacimiento ya nos preocupamos como va a ser. Pasamos horas imaginando cómo será el futuro, cuál será la profesión, con quien él parecerá y en realidad todo eso forma parte del gran descubrimiento y magia de tener un hijo. Sólo pasará por esa experiencia increíble quien se deje vivir esa experiencia.

No es una tarea fácil y mucho menos para cobardes, pues necesita ser fuerte para encarar la realidad del mundo. Al final no es para cualquiera ser una super heroína, incansable e inquebrantable y que puede vencer a todos los monstruos y miedos sin al menos temblor y que no pierde ninguna batalla. Tener un hijo es mucho más que generar, parir. Tener un hijo es dedicarse 100%, ser entera, ser valiente, respirar por ti y por ellos, vivir y dedicarse por ti y por ellos. Tener hijo es no sentirse sola nunca, incluso cuando se quiere quedarse. Es tener un ángel en sus manos y tener que enseñar el camino que debe seguir, a veces estando perdida y ni siquiera sabiendo a dónde debería ir.

Tener un hijo es dar, donar, enseñar sobre el verdadero y más puro amor, mostrar la realidad de la vida y muchas y muchas veces enjugar las lágrimas de tristeza. Es dar un colo para curar los dolores, cuando en realidad la voluntad era de quitarse para sí mismo y ahorrarle de sufrir. Quien dijo que tener un hijo es fácil, no vivió esa realidad de verdad, de cuerpo y alma. Tener un hijo es luchar día a día, una prueba a cada minuto, una recompensa a cada sonrisa. Sus lágrimas son nuestras lágrimas, sus sonrisas son nuestros trofeos y nada en ese mundo tiene el mismo valor que la alegría de nuestros hijos.

Después de que nos convertimos en padres, sólo tenemos una sola intención, verlos creciendo con salud, felices y con determinación para alcanzar sus sueños, obviamente siempre estaremos cerca para dar un empujoncito si lo necesitan, después de que el hijo es hijo sea la edad que sea y siempre estaremos preparados para acogerlos. Tener un hijo es todo lo que una madre de verdad puede querer, realizarse y agradecer a cada momento por la dádiva de ser una generadora, educadora y sobre todo guardiana de una bendición de Dios.

Rosane Gonzalez - madre de la miel y de la Lunna

Integrante del Cambio de pañales

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Fotos: Acervo Personal