Generalmente cuando el asunto es disminución del peso corporal a través de la quema de los depósitos de grasa, el primer tipo de prescripción de entrenamiento que se propone, es el de la utilización de los ejercicios aeróbicos.

Pero la musculación puede y promueve una pérdida de grasa corporal de una amplitud a veces mayor que la del ejercicio aeróbico.

Para que podamos entender la afirmación anterior es necesario analizar cómo ocurre la quema de grasas por el metabolismo orgánico, y cómo la musculación puede maximizar esta quema.

La pérdida de grasa corporal implica en primera instancia en la disminución del porcentaje de grasa, que es determinado por diversos métodos y representa en porcentaje en cuanto del peso corporal se compone de grasa.

Así, por ejemplo, si tenemos un individuo de 100kg y porcentaje de grasa igual al 20%, tenemos que este individuo posee 20kg de su peso en grasa, y el objetivo de cualquier programa de pérdida de peso debería ser la obtención de la caída de este porcentaje.
Sin embargo, a menudo la pérdida de peso se produce debido a la canibalización de tejido magro, es decir, pérdida de musculatura para generar las calorías que se han restringido dentro de la dieta y son necesarias al organismo.

De ahí concluimos que las dietas radicales o de extrema restricción calórica producen gran parte de la pérdida de peso en forma de tejido magro, y al final del proceso a veces el porcentaje de grasa habrá aumentado pues el individuo perdió más músculos que grasa y la proporción de éstos acaba cambiando de forma negativa.

Además, debido a la pérdida de masa magra habrá un proceso de flacidez visible y extremadamente inadecuado al objetivo estético de aquel individuo.

En este contexto es que la musculación se muestra más eficiente que el ejercicio aeróbico, a pesar de que la solicitud aerobia es la única que utiliza las grasas como combustible durante el ejercicio.

En base a esto muchos suponen que la pérdida de grasa será mayor a través de la solicitud aerobia, pero si analizamos el físico de un maratonista y un corredor de 100 metros, veremos que el sprinter posee una mayor definición muscular a pesar de ejecutar mucho menos ejercicios aeróbicos que el maratonista.

Obviamente el maratonista posee un porcentaje de grasa baja, pero su masa magra es extremadamente inferior a la de un corredor de 100 metros, pues la musculatura tiene una densidad y peso mayor que la grasa, y si el maratonista tuviera una mayor masa muscular esto representaría más "Peso" a ser transportado durante la carrera y una menor eficiencia debido al aumento de gasto energético que esto acarrearía.

Los estudios han demostrado que durante la maratón se produce un consumo de tejido fino a fin de generar la energía necesaria para el esfuerzo, siendo que después de la prueba ocurre el rompimiento de varias fibras musculares y hasta un proceso de necrosis en las mismas (Wilmore, JH and Costill , DL, 1994).

Esta pérdida de musculatura acarreará en una caída del metabolismo basal, el cual representa el número de calorías que el organismo consume para permanecer en su estado vegetativo, o sea la cantidad de calorías gastadas en un día para los procesos de mantenimiento del organismo (Keyes et al. al, 1973).

El valor del metabolismo basal cuando sumado a lo que gastamos con actividades diarias y ejercicios físicos representará la necesidad total diaria del organismo, y para ocurrir la pérdida de peso deberemos consumir menos calorías que este total.

En el caso de la musculatura, se observó que la pérdida de musculatura en adultos, que se produce en la razón de 2 a 3 kg cada década (Forbes, 1976, Evans y Rosenberg, 1992), en cuanto a la caída que el metabolismo (por ejemplo, en el caso de las mujeres, en el caso de las mujeres,.

Sin embargo, la musculación no sólo evitar las pérdidas anteriormente citadas, sino promover un aumento del metabolismo, siendo que al añadir 1,5kg de musculatura tendremos un aumento aproximado del 7% en el metabolismo y del 15% en las calorías necesarias diariamente (Campbell et al. al, 1994).

En consecuencia, tendremos un aumento en la capacidad y metabolización de grasas ya que las mismas serán quemadas en la musculatura durante el esfuerzo y proceso de regeneración, y cuanto mayor sea la cantidad de musculatura mayor será la necesidad energética y la quema de grasas, siendo que la musculación puede producir la pérdida de 2kg de grasas después de 3 meses de entrenamiento, incluso cuando se consumen 15% más de calorías por día, pues en este mismo período la musculatura habrá aumentado en aproximadamente 1,5kg. (Campbell et al, 1994).

Obviamente no debemos renunciar a la ejecución de ejercicios aeróbicos, pero éste no debe ser la prioridad en un programa de pérdida de peso, utilizándolos de 3 a 4 veces por semana con una duración de 20 a 30 minutos.

Pues si hay una gran solicitud aerobia el organismo no tendrá suficiente energía para entrar en anabolismo y no disfrutará de los beneficios anteriormente citados que se generan por el aumento de la masa muscular.
En el caso de que se alegue que el ejercicio con peso no promueve la salud cardiovascular, esto viene siendo sistemáticamente derribado por la ciencia, mientras que el ejercicio con pesos traen innumerables beneficios cardiacos tales como: la mejora de la capacidad de eyección del miocardio y mejora de la elasticidad de las paredes arteriales En el caso de las enfermedades coronarias (Hurley et al, 1988), Hatfield, 1989), además de propiciar una disminución en los riesgos de ocurrencia de enfermedades coronarias (Hurley et al, 1988).

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Así vemos, que para la disminución de la grasa corporal la musculación tiene relativamente una mayor importancia que el ejercicio aeróbico, y si queremos alcanzar el máximo de pérdida de grasas debemos asociar la musculación y ejercicio aeróbico a una dieta de restricción calórica, pero la solicitud aerobia se debe utilizar en menor cantidad para no anular los efectos benéficos de la musculación.

Texto por RF